Religión en la escuela

Carta de
Mons. D. Agustín Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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Domingo 26 de febrero de 2017

Hace unos días me hablaba una abuela joven, entre satisfecha y sorprendida, diciéndome cómo su nieta, con tan sólo cinco años conocía pasajes de la historia de Jesús, rezaba el Padrenuestro, identificaba imágenes del culto y disfrutaba cantando las canciones infantiles de Iglesia. La niña hacía estas manifestaciones en el trato con sus primos, de la misma edad que ella. Alguien, que asistía a la conversación, no dejaba de manifestar una cierta preocupación por el hecho de que los padres de los primos no eran creyentes y se podrían molestar por esta fe tan espontánea e inocente…

Así estamos. Nada pasaría si los entusiasmos de la niña hubieran sido motivados por un personaje de dibujos animados, un cantante, o un equipo de fútbol.

No había ningún secreto. Esta niña ha tenido la suerte de encontrar en su colegio una religiosa, que, además de ser una gran pedagoga, con sus palabras y su manera de hacer, contagiaba a los niños la alegría de creer. Parece que lo hacía sin complejos y con toda naturalidad, muy identificada con su tarea como maestra y educadora. Lo más sorpresivo es que llegaba al corazón de los alumnos sin ninguna coacción, con una eficacia mayor que la influencia del silencio (o los mensajes negativos) sobre Dios o la Iglesia, que les rodea en su medio familiar o social.

Compartí la satisfacción de aquella abuela, haciéndole la observación de que otras veces hemos recordado: uno de los grandes favores que ha hecho esta religiosa a la educación de su nieta es que le ha permitido llenar un vacío que nadie llenará o que llenará con sucedáneos de Dios (aficiones, mitos, hedonismo, ídolos de todo tipo…).

Iba recordando motivos y argumentos que defienden la presencia de la formación religiosa en todas las escuelas, sean estatales o públicas, sean concertadas o privadas.

— La formación religiosa en la escuela es un derecho y un deber primario de los padres, responsables de que sus hijos sean educados según las propias convicciones.

— La fe cristiana ilumina radicalmente la manera de entender toda la vida humana: la persona, la naturaleza, el sufrimiento, el dinero, la sociedad, la convivencia, la sexualidad, el trabajo, la familia, la muerte, la felicidad, etc.

— No podemos dejar que nuestros hijos sean educados según los criterios que inculcan los medios de comunicación, las redes sociales, los políticos de turno, el ambiente de moda, etc.

— La formación religiosa cristiana en la escuela no es catequesis. Es la enseñanza de la idea de mundo y de vida humana, que se desprende del mensaje de Jesucristo, en diálogo con la cultura que los alumnos van asimilando.

— El conocimiento de este mensaje de Jesucristo humaniza: hace posible el crecimiento en humanidad, ser más personas, mejores ciudadanos, mejores profesionales, cambiar el mundo desde la persona.

— La formación religiosa cristiana aporta el gran servicio de poder entender gran parte de nuestra historia y nuestra cultura (pensamiento, arte, hechos, identidad, folclore), donde la fe cristiana ha sido un factor absolutamente determinante, del cual no se puede prescindir.

Hemos podido visionar un interesante documental, titulado «Hemos perdido el “oremus”». La pérdida de la formación cristiana de las nuevas generaciones, no sólo sería pérdida por nuestras familias y la Iglesia, sino por toda la sociedad.

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✠ Agustín Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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