EL OBISPO DE CARTAGENA
HOMILÍA EN LA FESTIVIDAD DE SAN MIGUEL
Parroquia de San Miguel Arcángel, Murcia
Sábado, 29 de septiembre de 2018
Querido Don Silvestre
Don Yerny y sacerdotes
Seminaristas
Queridos fieles de San Miguel
Hermanos y hermanas
Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos de Él, por esta maravillosa experiencia de vivir la fe y sentir cómo late el corazón misericordioso del Señor dentro de nosotros. Esto es un regalo. El salmo que se proclama esta semana en la Palabra del Señor es un canto a la grandeza de Dios, porque nos conduce a un conocimiento más hondo y más grande de su corazón. Es una hermosa alabanza dedicada al espectáculo de la creación del cielo y de la tierra, que es como un libro abierto donde se lee con claridad los mandamientos del Señor, que alegran el corazón, que dan luz a los ojos de la mente y que son descanso del alma.
La Palabra de Dios de este semana es para valientes, porque nos pone firmes y nos interpela la falta de fe; le hemos dado la espalda a Dios, le hemos cerrado la puerta de nuestra posada y no le hemos permitido entrar, así que el horizonte que ven nuestros ojos está nublado y, a veces, demasiado negro. Son muchas las oscuridades que nos rodean, porque muchos son nuestros pecados a los que le hemos abierto la puerta de par en par y esto no es bueno. Así es la condición humana, a Jesús se le cerró la puerta, pero no vemos inconveniente en abrirla al demonio ¡Cuánto sufrimiento y cuánto dolor siembran nuestros pecados! Pero Dios es un Padre Bueno, no lleva cuentas del mal y disculpa sin límites, no olvidemos lo que dice el evangelista San Juan: ¡Que Dios es Amor y, si es amor, hay esperanza para nosotros!
San Miguel es un signo de esperanza, porque nos ayuda a guardar la fe y nos abre el camino para llegar al Altísimo. Pero cuando fuimos bautizados y en la confirmación, el Padre, que nos conoce, nos hizo un regalo mayor: el don del Espíritu Santo. Recordad el himno de la solemnidad de Pentecostés: Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo. Quien tenga el Espíritu tiene asegurada la fidelidad (Ex 39,29) ya que el DON del Espíritu es la manifestación del amor intenso que nos tiene el Señor, porque el Espíritu nos llevará a la Verdad plena, a acercarnos más al rostro de Dios y a potenciar nuestro deseo de vivir con limpieza de corazón y en fidelidad. El Espíritu Santo es universal, para todo hombre de cualquier raza y condición (Ac 2,23; Ef 1,2).
Hermanos, invoquemos la acción de San Miguel para que nos defienda de nuestros enemigos y podamos permanecer en la calma de la fe y confianza en el Padre Bueno, que nos quiere y nos ha dado la vida. Trabajemos para favorecer el encuentro con Dios, esos momentos de sinceridad ante él, que pueden cambiar nuestra vida más que todos los argumentos. La escucha de su invitación es el camino más corto para despertar y reavivar nuestra fe. El esfuerzo de la persona que quiere creer no se dirige a “conseguir” algo, a “poseer” a Dios, a “entender” por fin el misterio de la vida, se orienta, más bien, a hacerse disponible, a acoger, a sintonizar con la llamada que se le hace, a dejarse buscar por Dios. No se trata de conocer a Dios, sino más bien, de reconocerlo: “Dios estaba ahí, y yo no lo sabía”. Es Dios el que ha dado primero el paso para buscarte. Tú das pasos, pero eres atraído por Alguien que es más grande que tú.
Sigamos trabajando, unidos al Papa Francisco, para ofrecer a este mundo la Luz del Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo. Que la Santísima Virgen Madre de Dios interceda por nosotros.