Carta del cardenal D. Ricardo Blázquez Pérez
Arzobispo de Valladolid
Noviembre 2021

En los últimos meses hemos oído muchas veces las siguientes palabras: Sínodo, Asamblea sinodal, Camino sinodal, Iglesia sinodal, etc. Serán también innumerables veces repetidas y escuchadas en el futuro. Si no queremos que la repetición desgaste y hasta convierta en triviales estas bellas y ricas expresiones, conviene que tengamos presente su significado que podemos percibir también por la etimología. La palabra sínodo procede del griego “syn-odos”, que se compone de la preposición “syn” = “con” y el sustantivo “odos” = “camino”. Significa, por tanto, hacer camino juntos, caminar unidos. La proposición “con” es utilizada en el Nuevo Testamento para indicar que por el bautismo estamos como injertados e incorporados a Jesucristo muerto y resucitado. La palabra camino tiene un desarrollo abundante y variado: Jesús se define a sí mismo como “Camino” que nos enseña cómo andar por la vida (cf. Jn. 14, 6); los fieles de la comunidad cristiana son también “seguidores del Camino” que es Jesús en persona (Act. 9, 2); cada uno de nosotros es un caminante (a veces el hombre es llamado en latín “viator”, es decir, viajero hacia la patria y la meta); la Iglesia, consiguientemente, es pueblo en camino, que recuerda a Israel que peregrinó desde la esclavitud de Egipto por el desierto hasta el descanso en la tierra de promisión (cf. Heb. 4, 1-11). Pues bien, en la palabra “sínodo” se unen tanto la comunidad cristiana como el itinerario por la vida. Marchamos unidos, somos Iglesia en camino.
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