Carta de Mons. D. Francisco César García Magán
Obispo titular de Scebaziana, auxiliar de Toledo

El pasado Miércoles de Ceniza, el papa Francisco nos invitaba a ofrecer oraciones y ayunos cuaresmales por la paz en Ucrania. Un país, una realidad humana, que está ocupando portadas en todos los medios de comunicación. Lamentablemente, el drama de la guerra vuelve al continente europeo y a pretender enterrar valores tan importantes, pero frágiles y vulnerables a la vez, como son la paz y la libertad.
Ya hacía algunos años que el Papa había manifestado su preocupación por el conflicto en ciernes en Ucrania, pidiendo oraciones e incluso una colecta por ellos. Desgraciadamente, los hechos actuales han colocado en perspectiva profética aquellas advertencias del Santo Padre. Estamos hoy ante un conflicto local con un altísimo riesgo de internacionalización; por tanto, con unas posibles consecuencias que, Dios no lo quiera, podrían llegar a gravedades máximas. El mismo acto del Pontífice de visitar la Embajada de Rusia ante la Santa Sede es un gesto sin precedentes en la praxis diplomática, en general, y de la Santa Sede, en particular, que evidencia su preocupación por el conflicto armado en Ucrania y su com-promiso personal ante la situación.
El riesgo potencial de esta guerra, ilegítima desde el derecho internacional e injusta desde la ética y la Doctrina Social de la Iglesia, es ciertamente muy elevado e implicaría delicadas consecuencias internacionales, como han señalado diversos analistas de la política internacional. Ucrania es un país que perteneció a la antigua Unión Soviética, pero con una fuerte conciencia de nación. Ellos, juntamente con Rusia y Bielorrusia, se reconocen en un origen histórico común, en el hecho del bautismo del príncipe Vladimiro de Kiev, a finales del siglo X. Además, Ucrania hace de colchón entre Rusia y el resto de Europa, es decir, en el ámbito de la OTAN, lo cual puede tener derivadas de seguridad y militares muy serias.
Juicio moral
La Santa Sede, como sujeto de derecho internacional, es un actor de las relaciones internacionales desde los albores de lo que hoy calificamos como Comunidad Internacional; por ello, tiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los estados y con las organizaciones internacionales más relevantes
de carácter universal o regional. Su actuación no se basa en un poder militar ni económico, sino en el trabajo por la paz, por los derechos humanos, basado en lo que el Concilio Vaticano II llamó el juicio moral sobre las cuestiones temporales. Estos principios son los que apoyan las intervenciones del Papa y la acción de la diplomacia pontificia en la guerra entre Ucrania y Rusia.
Como nos ha indicado el Santo Padre, los cristianos estamos llamados a rezar y ofrecer nuestra solidaridad caritativa por los hermanos de Ucrania, cuyos derechos humanos individuales y colectivos están siendo violados. Igualmente, no podemos olvidar en nuestra oración a los hermanos de Rusia, cuya población civil está sufriendo opciones ilegítimas, injustas y equivocadas de algunos de sus dirigentes políticos.
San Juan Pablo II
Ahora es necesario recordar el magisterio que fue desarrollando san Juan Pablo II, hace unos decenios, en el marco del conflicto de los Balcanes. En un contexto bélico de clara violación de derechos, el Pontífice habló del derecho de injerencia humanitaria, que se correspondía con un deber de asistencia a aquellas poblaciones civiles cuyos derechos se violaban. En la progresiva maduración de ese magisterio, san Juan Pablo II dijo –y lo ratifica la Doctrina Social de la Igle-sia– que es legítimo desarmar al agresor injusto (Compendio DSI, n. 506) y, para ello, es legítimo el uso de la fuerza (Compendio DSI, n. 500).
No olvidemos que, como nos enseñó san Juan XXIII, la paz auténtica se fundamenta siempre en la justicia, la libertad, la verdad y el amor.
✠ Francisco César García Magán
Obispo auxiliar de Toledo