Homilía de Mons. D. César Franco Martínez
Obispo de Segovia
S.I. Catedral de la Asunción de la Virgen y San Frutos, Segovia
Lunes Santo, 11 de abril de 2022

«He ungido a mi siervo con óleo sagrado»
La Misa Crismal es un anticipo gozoso de la Pascua. La Iglesia, antes de celebrar el triduo sacro, nos ofrece una visión unitaria del misterio de Cristo, al que contempla en esta celebración como primogénito de entre los muertos, el que es, el que era y el que vendrá, el Alfa y la Omega de la historia, el Señor todopoderoso. Confiesa, además, que él nos ha redimido por su sangre y nos ha constituido en «reino y sacerdotes para Dios su Padre» (Ap 1,6). Todos nosotros, por el bautismo y el orden sacerdotal, somos «la estirpe que bendijo el Señor», «sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios» (Is 61,8).
En esta liturgia la Palabra de Dios nos revela el plan del Dios Creador y Renovador del universo que fija su mirada en la humanidad doliente, en los corazones heridos, en los cautivos, en los tristes y los que hacen duelo. Dios viene a consolar, a sanar, a vestirnos de fiesta y ungirnos con el óleo de la alegría. Las vasijas del óleo y del crisma que traeremos en solemne procesión simbolizan los dones de la creación, y en especial el aceite sanador, que recupera su belleza perdida por el pecado, y se nos regala como medicina, santificación y liberación de todas las opresiones que tienen su origen en el pecado. ¡Cuánto necesitamos celebrar hoy esta Eucaristía! Si miramos el mundo con los ojos Dios encontramos muerte, desolación, luto, crímenes fratricidas y sacrílegos, como ha llamado el Papa Francisco a la guerra en Ucrania. Es imposible quedar impasibles ante el horror que el odio y la muerte siembran entre los hombres que somos hermanos. La celebración de hoy tiene como horizonte la salvación integral del hombre — cuerpo y alma — que Dios realiza como Señor del mundo, el único que puede salvarnos del pecado y de la muerte.
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