Carta de Mons. D. Demetrio Fernández González
Obispo de Córdoba
Domingo, 31 de julio de 2022

La convocatoria del Papa Francisco para el Sínodo universal sobre la sinodalidad ha revuelto las aguas de la Iglesia. La Iglesia por su propia naturaleza es sinodal, es comunión, es asamblea. Y en la Iglesia todos hemos recibido la unción del Espíritu Santo, que nos hace profetas. Somos convocados todos a profetizar, a expresar lo que el Espíritu dice hoy a su Iglesia, para nosotros mismos y para los demás.
Ahora bien, es el Espíritu Santo el que habla en nosotros. Y aquí puede venir el equívoco, porque no falta gente que confunde el Espíritu Santo con sus propios pájaros en la cabeza. Se hace necesario un discernimiento, al más puro estilo que san Ignacio propone en sus Ejercicios. Es decir, examinar los espíritus para ver si vienen de Dios o vienen del maligno. Porque el demonio es un especialista para camuflarse en ángel de luz y hacernos pasar por evangélico y de Dios lo que viene del egoísmo, destruye y mata.
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