
Jesús Sanz Montes OFM
Arzobispo de Oviedo
Homilía renovación voto Institución Teresiana en Covadonga
Escuchar a Dios es una de las actitudes más profundas y elementales del creyente bíblico. Se le escucha porque Dios tiene boca y además habla, no como sucedía en otros pueblos circunvecinos, esos de los que el salmista se distanciaba porque «los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen» (Sal 135, 15-17). Sí, escuchar a Dios que hizo y hace las cosas… ¡diciéndolas!: «Dijo Dios, hágase…» (Gén 1-2). Pero también Él se deja oir cuando calla. Su silencio, al igual que su palabra, es igualmente elocuente. Por eso se entiende el cierto reproche del profeta Habacuc en la primera lectura: «Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?» (Hab 1, 2-3). No era un enfado del profeta, era la pregunta de quien espera la respuesta.
A la luz de esta Palabra de Jesús, hoy en Covadonga tiene cita una peregrinación especialmente querida por la Institución Teresiana y que nuestra Iglesia diocesana hace gustosa nuevamente de anfitriona, secundando el deseo de quien aquí vivió y trabajó ministerialmente: San Pedro Poveda.
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