Carta de Mons. D. Ernesto J. Brotóns Tena
Obispo de Plasencia

Cuatro son los elementos que configuran el sello episcopal: la columna, el agua, la cruz y el cayado.
La columna y el agua evocan la entrañable y secular tradición del Pilar de Zaragoza, tan significativa para mí. De todos es conocida la presencia de María, en carne mortal, a orillas del Ebro, animando al apóstol Santiago, y a su pequeño grupo de discípulos, en la siempre difícil tarea de anunciar el Evangelio. Como signo de su cuidado maternal, nos dejó el Pilar y nos rogó construir un templo, es decir, edificar su Iglesia. Hoy, como entonces, Madre y discípula, María sigue sosteniéndonos y acompañándonos en la misión. Este detalle quiere ser memoria tierna y agradecida de mi tierra y de mi Iglesia Madre, en la que he crecido como persona, creyente y sacerdote. Ante esta columna, ante la Virgen del Pilar, como tantos otros, he orado y puesto mi vida bajo su amparo. Siempre he salido fortalecido. Junto a ella y de su mano, pronuncié un «fiat» confiado a la llamada al episcopado.
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