Homilía de Mons. D. José María Gil Tamayo
Arzobispo coadjutor de Granada
S.I. Catedral de la Encarnación, Granada
Sábado, 13 de noviembre de 2022

Queridos sacerdotes concelebrantes;
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos en este encuentro con el Señor, porque en esta Misa dominical que es el centro de nuestra semana y que, como decimos al terminar la consagración “anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, Señor Jesús”, los cristianos decían qué sería de nosotros, y no el domingo, sí que les dio lo que tenemos este encuentro y tenemos que darle gracias a Dios que podemos celebrar la Eucaristía cada domingo. ¿Y qué nos trae la Eucaristía este domingo? Este domingo que es el penúltimo del año cristiano.
El próximo domingo es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, con el que termina el año cristiano. ¿Qué nos trae este domingo de mensaje? Por una parte, es verdad que celebramos, y así lo hizo el Papa Francisco, la VI Jornada Mundial de los Pobres, porque el Papa quiere que no perdamos de vista a los pobres. Jesús nos dice que los tenemos con nosotros en sus distintos períodos de pobreza. La propia condición humana es una condición de pobreza, de debilidad. Pero los pobres los tenemos. Y en nuestro punto, este mundo de la sociedad de consumo, este mundo primero nuestro, vemos que hay pobres y vemos que hay pobres también en tantos y tantos países por esa desigualdad endémica, por ese descarte, ese sistema económico que deja tras de sí tantas personas que no llegan al mínimo necesario para sobrevivir. En esos movimientos migratorios de gente que van buscando mejores condiciones de vida; en esos que saben bien de su tierra porque ven amenazados sus vidas por la violencia, por el atropello de los derechos humanos. Y cómo no acordarnos de todos esos millones de personas que huyen de los escenarios de guerra y que buscan refugio en otros países. Nosotros estamos bien. Vivimos en la sociedad que se llama “del bienestar”. Pero en estos recursos también hay desigualdad, hay pobreza. Tantos y tantos miles y miles de hogares españoles donde no hay nadie trabajando. Doce, más de 12 millones de personas en paro. Ante una crisis económica, hay también una pobreza de quienes no llegan a fin de mes, de quienes tienen que hacer para hacer los cálculos, para poder mantener su capacidad adquisitiva en un mundo en crisis. No podemos olvidarlo. Y no podemos olvidarlo porque la atención a los pobres como parte del Evangelio forma parte del mensaje de Señor Jesucristo. Nos recuerda el Papa, tomando una frase de Oseas: que se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con Su pobreza, para enriquecernos con Su riqueza. De ahí dijo que Dios desborda amor y misericordia, y nosotros estamos llamados también a socorrer a los demás. Pero no como algo asistencial, sino teniendo siempre esa sensibilidad para con quien lo necesita. Y este domingo quiere el Papa que pensemos en esto; que no tengamos en cuenta, que mantengamos quieta esa conciencia solidaria, esa conciencia de un sentido social profundo.
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