Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático de la República Democrática del Congo

Jardín del Palacio de la Nación, Kinsasa
Martes, 31 de enero de 2023

Discurso
en el encuentro con las autoridades,
la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático

de la República Democrática del Congo

Señor Presidente de la República,
Ilustres miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas autoridades religiosas y civiles,
Insignes representantes de la sociedad civil y del mundo de la cultura,
Señoras y señores:

Los saludo cordialmente, agradeciendo al Sr. Presidente las palabras que me ha dirigido. Me siento feliz de estar aquí, en esta tierra tan bella, grandiosa, exuberante, que abarca al norte la selva ecuatorial, al centro y hacia el sur altas mesetas y sabanas boscosas, al este colinas, montañas, volcanes y lagos, y al oeste grandes caudales, con el río Congo que confluye en el océano. En su país, que es como un continente dentro del gran continente africano, parece como si toda la tierra respirara. Pero aunque la geografía de este pulmón verde es muy rica y variada, la historia no ha sido igualmente generosa. La República Democrática del Congo, atormentada por la guerra, sigue sufriendo, dentro de sus fronteras, conflictos y migraciones forzosas, y continúa padeciendo terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación. Este inmenso país lleno de vida, este diafragma de África, golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago, pareciera desde hace tiempo que está sin aliento.Señor Presidente, usted ha mencionado este genocidio olvidado que está sufriendo la Republica del Congo.

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“Caminando en esperanza”

Carta de Mons. D. Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela

Día de la Vida Consagrada

Queridos Miembros de la Vida Consagrada:

Al acercarse la Jornada de la Vida Consagrada en la que renovaréis vuestro compromiso como consagrados, me uno a vosotros con mi agradecimiento y esta sencilla reflexión que espero os sirva para vuestra edificación espiritual.

Compromiso con el Reino de Dios

Dios os sigue buscando y tiene como proyecto seguir comprometiéndoos en su Reino que ha llegado (Mc 1,16-20) y que fue anunciado por Jesús. Él, hombre libre para hacer la voluntad del Padre, es el que llama y salva, despojándose de su rango y entregando en plenitud su vida por nosotros. Lo importante es su llamada, lo secundario es nuestra respuesta. El Señor os ha llamado para siempre a estar con él, tal como sois en medio de vuestras dificultades y vuestras limitaciones. La respuesta comporta querer hacer lo que Él hizo: anunciar el evangelio y expulsar demonios: la increencia, la injusticia, la codicia en el corazón, las depresiones psíquicas… (Lc 5). Y todo esto “caminando en esperanza”, para los demás y con los demás, sabiendo que Cristo, hoy, ayer y siempre, es la esperanza que nos garantiza que el tiempo no nos desgasta porque nos ayuda a encaminarnos a la eternidad. ¡Calzad siempre las sandalias de la esperanza en vuestro peregrinar como consagrados! De esta manera el futuro no os dará miedo aunque haya que pasar por cañadas oscuras porque la bondad y la misericordia del Señor os acompañan todos los días de vuestra vida y habitareis en la casa del Señor por años sin término (cf. Sal 23).

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Caminando en esperanza

Carta de Mons. D. Luis Quinteiro Fiuza
Obispo de Tuy-Vigo

Como cada año, en la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada. En la liturgia de esta fiesta,  la Iglesia conmemora el día en que Jesús fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente. Jesús aparece en el Templo como la luz que ilumina a todas las naciones. Así lo proclama el anciano Simeón que junto con Ana acuden al templo, iluminados por el Espíritu Santo, para conocer al Señor y proclamarlo con alegría.

El Evangelio de san Lucas nos presenta a los padres de Jesús llevándolo a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «todo primogénito varón será consagrado al Señor»; y para entregar la oblación como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». En el Templo los esperaban los ancianos Simeón y Ana que habían pasado sus vidas sirviendo a Dios y esperando la liberación de Israel. Simeón, con la fuerza del Espíritu Santo, tomó al niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

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