«Algunos sin embargo dudaron» (Mt 28, 17)

Carta de Mons. D. Octavi Vilà Mayo O. Cist.
Obispo de Gerona

Domingo, 26 de mayo de 2024

La duda es algo muy humano. Los discípulos dudaron de la llegada del Reino, algunos de ellos dudaron de la resurrección de Jesús de entre los muertos, y en algunos momentos el miedo y la angustia les llevó también a la duda; incluso dudaron aquellos que, como Pedro, tenían claro que Cristo era el Mesías y que no se podía acudir a nadie más para encontrar palabras de vida eterna (Cf. Jn 6,68). Nuestra vida de creyentes es un camino, un largo camino que termina en Cristo si nos mantenemos fieles en la fe. Un camino lleno de piedras de tropiezo. ¿Qué santo no ha tenido una noche oscura? Tan sólo dos ejemplos –san Juan de la Cruz y santa Teresa de Calcuta– ya nos muestran que la duda es a menudo un escollo en el camino cristiano. Sin embargo, ciertamente lo es una vez vencido, reafirma y consolida nuestra fe.

Dificultades en nuestro camino de fe, surgen muchas. Invencibles humanamente, vencibles sólo con la ayuda del Señor. Sólo contemplando su rostro se aprende a decir «sí». Conociéndolo y aprendiendo a amarlo, aprendemos a no anteponer nunca nada a Cristo. ¿Pero cómo conocerlo? ¿Cómo contemplar su rostro? ¿Cómo vencer la duda o la incertidumbre? Hay una herramienta, un camino privilegiado, que es la oración, y que tiene varias dimensiones: personal, comunitaria y de contacto frecuentado e intenso con la Palabra, con la Escritura. Dios nos habla cuando le hablamos, cuando lo alabamos, cuando le suplicamos, cuando callamos para escucharle. Y lo hace de forma privilegiada a través de su Palabra, que se nos presenta nueva cada día porque cada día el Señor nos dice algo nuevo; cada día tiene algo que decirnos; nos presenta siempre una novedad si sabemos escucharle, si nuestros oídos son capaces de encerrarse al ruido del mundo y de abrirse a la voz de Dios, para así poder escuchar el verdadero clamor de nuestro prójimo con más nitidez y claridad.

La vida contemplativa poua en esta escucha y se convierte así en una de las grandes riquezas de la Iglesia, una Iglesia que es toda ella diversidad de carismas, y que forman todos unidos una sola comunión con Dios y con los hermanos. En palabras del papa Benedicto XVI: “Esta doble comunión, con Dios y entre nosotros, es inseparable. Donde se destruye la comunión con Dios, que es comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, se destruye también la raíz y el manantial de la comunión. Y donde no se vive la comunión entre nosotros tampoco está viva y verdadera la comunión con el Dios Trinitario» (Audiencia General, 29 de marzo de 2006).

✠ fray Octavi Vilà Mayo O. Cist.
Obispo de Gerona

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