¿Existe el cielo?

Carta de
Mons. D. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

PerezGonzalezFrancisco

El cielo es un estado de vida perfecta y de un gozo que no acaba nunca. Los que mueren en la gracia y amistad con Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Se verá a Dios tal cual es y cara a cara. Sólo el amor se identificará con el Amor que es Dios. “Al atardecer de la vida te examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz, Dichos de amor y luz 64). Antes de entrar en el cielo Dios pregunta si hemos vivido con honradez y con obras de fe. Es el juicio en el que se hace evidente lo que hemos realizado durante la vida y a lo que el Señor examina y, como ocurre con el profesor, él ni premia ni suspende, es el alumno quien se ha aprobado o suspendido puesto que la responsabilidad es suya.

El cielo existe porque existe el amor. De ahí que los santos manifiesten que el cielo es la caridad que se hace vida en la auténtica fraternidad. Lo hemos oído muchas veces ante acontecimientos o circunstancias donde el gozo de estar juntos nos lleva a pronunciar esta frase: “Estábamos como en el cielo”. Es curioso que haya muchas preguntas sobre esta realidad y no olvidemos que es la más concreta y patente. Lo tenemos entre nosotros y no nos percatamos. Tenemos el amor como experiencia de gozo y alegría y seguimos buscando fuera lo que tenemos entre nosotros. Ahora bien la garantía de este amor es el Señor que nos asegura: “Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Vivir en el cielo es estar con Cristo. Los elegidos viven en Él, aún más, tienen allí, o mejor encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre.

Jesucristo previno a los suyos y les dijo: “Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros” (Jn 14, 3). El cielo no es un lugar, es un estado de felicidad especial que se hace eterna y no se acaba nunca. La vida de los bienaventurados consiste –como dice el Catecismo de la Iglesia Católica- en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él.

Los santos han hablado muchas veces de cómo ellos perciben la existencia el cielo. Y lo apetecen de tal forma que aunque el dolor se hace presente nada hay comparable al placer de felicidad y gozo que se vive allí. “Pude ver a Jesús en su santa Humanidad completa. Se me apareció con una belleza y una majestad incomparables. No temo decir que, aunque no tuviéramos otro espectáculo para encantar nuestra vista en el cielo, ya sería una gloria inmensa” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 1). Sólo contemplar la gloria de Dios es motivo de paz y de alegría. Nos sucede en lo humano cuando vemos que las personas que nos rodean están contentos y felices esto nos llena de sana y profunda satisfacción. Lo mismo y mucho más será mirar cara a cara a Dios que rebosará luz y belleza.

El cielo es igual para todos los que a él llegan. La felicidad será plena para todo el que llegue a este encuentro definitivo con Dios. Todos serán felices en la intimidad con Dios, pues todos estarán totalmente plenos del amor que se vive en Dios. La diferencia está en que así como hay vasos grandes a los que cabe más agua que a otros más pequeños, de la misma manera, hay almas mas santas y otras menos, de acuerdo con la capacidad que cada uno desarrolló a lo largo de la vida terrena. Pero todos serán completamente felices. El cielo existe y es más real que todo lo que podamos percibir materialmente con los sentidos puesto que esto fenece pero el cielo permanece eternamente.

francisco perez firma Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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