Fiesta de María Auxiliadora

EL OBISPO DE SIGÜENZA-GUADALAJARA

FIESTA DE MARÍA AUXILIADORA

(Parroquia de María Auxiliadora de Guadalajara, 24 de mayo de 2023)

En este tiempo de pascua, la Iglesia nos invita a mostrar nuestra alegría por la victoria de Cristo sobre el poder del pecado y de la muerte. Este triunfo del Resucitado nos afecta también a todos los cristianos, pues, en virtud del bautismo, hemos sido constituidos miembros de su Cuerpo y, por tanto, también partícipes de su muerte y resurrección. En este ambiente de gloria y de triunfo, celebramos hoy la fiesta en honor de la Madre del Resucitado, bajo la advocación de Auxiliadora.

Al mismo tiempo, damos gracias a Dios por las celebraciones religiosas, culturales y deportivas, organizadas por la familia salesiana para conmemorar los cincuenta años de la apertura al culto de este templo, que ha sido puesto bajo la advocación de María Auxiliadora. Damos gracias a Dios por lo vivido durante el año, pedimos por los sacerdotes que han servido a la comunidad parroquial en estos cincuenta años y ponemos bajo la protección de la Santísima Virgen a todos los feligreses que, habiendo experimentado el amor de Dios, ya han dado el paso a la casa del Padre.

En el texto del Evangelio hemos escuchado la narración de las bodas de Caná. Jesús y su Madre comparten la alegría y la esperanza de la boda con los esposos y con los restantes invitados. María, siempre atenta a las necesidades de sus semejantes, descubre la falta de vino y, por tanto, las dificultades para que pueda mantenerse el clima festivo. En este acontecimiento, a petición de su Madre, Jesús comienza a manifestarse como el Hijo de Dios por la conversión del agua en vino y, como consecuencia de ello, crece la fe de sus discípulos en Él.

Si nos fijamos, en la realización de este milagro, aparecen un conjunto de actitudes y comportamientos por parte de Jesús y de María que pueden ayudarnos a nosotros también a crecer en la vida de fe y a poner la confianza en el Dios de la vida y del amor, que sigue cuidando de nosotros y de las necesidades de todos los hombres.

María, como ocurrió en su visita a la prima Isabel, vive atenta a los problemas de sus semejantes. Ella observa el desarrollo de la boda y descubre lo que falta: «no tienen vino». Esta falta de vino podía significar el fin de la convivencia, de la fiesta y de la alegría para los esposos y para los invitados a la boda. Ante este problema, María no permanece indiferente o con los brazos cruzados. Busca una solución y, para ello, pide la intervención de su Hijo. Sabe que Él puede actuar y resolver el problema planteado.

Aunque Jesús le contesta que aún no ha llegado su hora, María, sin embargo, está convencida de que Jesús no va a negarle lo que le pida, aunque tenga que anticipar el momento de su misión en el mundo. Por ello, invitará a los sirvientes que «hagan lo que Él les diga». Si nos fijamos, María no se convierte en protagonista de la escena. Se sitúa en un segundo plano, dejando así que Jesús ocupe el puesto que le corresponde. El importante es su Hijo, el Cristo, el único que puede dar sentido a la existencia humana, el único que puede mostrarnos el amor del Padre y ofrecernos su salvación.

Como todos saben muy bien, Don Bosco, consagrado a la Santísima Virgen por su madre desde el día de su nacimiento, tiene a los nueve años una visión en la que María le pide que «adquiera ciencia y paciencia», porque el Señor lo iba a destinar para educar a muchos niños pobres. La experiencia del auxilio y de la protección constante de la Madre, le impulsa a la construcción del Santuario erigido en Turín, desde donde se difunde por el mundo entero esta devoción vivida especialmente por la familia salesiana y por millones de niños, jóvenes y adultos en todos los rincones del mundo.

En la actualidad millones de personas profesan su fe en Jesucristo gracias al auxilio, al testimonio y a la intercesión de la Santísima Virgen. Pero, también observamos que muchos hermanos nuestros, incluso bautizados, no tienen fe o viven con una fe sin obras. Es más, no conocen quién fue Jesús ni la misión que María llevó a cabo en la historia de la salvación. Aunque no sean conscientes de ello, estos hermanos necesitan encontrarse con Jesucristo para descubrir el verdadero sentido de sus vidas y necesitan también invocar a la Santísima Virgen como Auxiliadora de los cristianos, como modelo de fidelidad a la voluntad del Padre y como intercesora ante su Hijo en los momentos de oscuridad y en las situaciones difíciles de la existencia.

En ocasiones, quienes nos confesamos creyentes y hemos asumido la misión de anunciar a Jesucristo en este momento de la historia, experimentamos la dificultad del anuncio del Evangelio, porque hemos vivido tiempos en los que adultos y jóvenes acudían a los templos para orar, para dar gracias a Dios y para celebrar la fe, que habían recibido gracias al testimonio creyente de sus padres, catequistas y sacerdotes.

Don Bosco, desde su honda devoción a María Auxiliadora, descubre algunos comportamientos que pondrá en práctica en su acción evangelizadora con los niños y jóvenes abandonados. Además de buscar momentos de encuentro con ellos, cuida especialmente la escucha, la acogida, la paciencia ante su fragilidad y la comprensión de sus comportamientos violentos. En todo momento descubre la presencia maternal de María y experimenta la necesidad de dar testimonio del amor inagotable de Dios, manifestado con la vida de su Hijo.

Si nos fijamos, ante las dificultades actuales para la evangelización, todos tendríamos que poner en práctica estas virtudes y experiencias de fe de Don Bosco: escuchar, acoger, comprender, perdonar y mostrar con nuestras obras y palabras a Jesucristo. Tal vez resulte imposible en algún caso anunciar explícitamente a Jesucristo, como el camino, la verdad y la vida, pero siempre tendremos oportunidad de buscar nuevos caminos para mostrar la alegría del Evangelio, para escuchar con paz a los hermanos y para acompañar a quienes necesitan nuestra ayuda.

Que María Auxiliadora, a la que Don Bosco profesó una tierna devoción y una honda admiración desde su niñez, continúe siendo para nosotros Madre y Maestra. De este modo, cada uno, contemplando su donación a Dios y a los hermanos, podremos ser también auxilio para tantos hermanos necesitados de ayuda y, sobre todo, podremos mostrarles a Jesucristo como el único que puede auxiliarnos y salvarnos a todos.

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