Jornada de la vida contemplativa

Carta de Mons. D. Enrique Benavent Vidal
Arzobispo de Valencia

Domingo, 26 de mayo de 2024

La celebración de la solemnidad de la Santísima Trinidad nos lleva a recordar cada año a los monjes y monjas que viven su seguimiento de Cristo dedicados a la oración y a la contemplación. Ellos en su oración se acuerdan de nosotros en la presencia de Dios. Que esta jornada sirva para que en la Iglesia valoremos su oración y su testimonio, para que agradezcamos a Dios la generosidad de tantas vidas entregadas por la santificación del mundo y para que oremos por ellos y seamos sensibles a sus necesidades.

La vocación contemplativa es una aventura espiritual que nos descubre el deseo más profundo que hay en el corazón de todo hombre, que no es otro que buscar y encontrar a Dios. Aunque muchas veces se viva de un modo inconsciente, este deseo, que se manifiesta de múltiples formas, es algo fundamental en la vida de toda persona. Vivimos en un mundo en el que el ambiente cultural que nos envuelve aleja a Dios del horizonte de la vida humana; esto lleva a que muchos se vuelvan insensibles a su presencia, por lo que las vocaciones a la vida contemplativa adquieren un valor testimonial: nos recuerdan el lugar que Dios debe ocupar en la vida de los hombres y del mundo, que no puede ser algo secundario, sino que debe estar en el centro. Quienes optan por este camino de seguimiento de Cristo no anteponen nada a su amor. Este es el secreto de la alegría que se percibe en los monasterios.

El lema escogido para esta jornada (Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: Hágase tu voluntad) nos presenta la vida contemplativa como un camino para descubrir la voluntad de Dios y aprender a cumplirla. La meta de la oración no consiste en buscarse a uno mismo, ni siquiera desear alcanzar una paz a través de un autocontrol de los propios sentimientos. No es el propio yo, sino Dios y su voluntad, lo que se quiere llegar a conocer y aprender a hacer vida por el camino del amor. Contemplación y obediencia son los pilares sobre los que se sustenta la vida de los monjes y de las monjas. Es aquí donde se encuentra el secreto de la alegría que se percibe en las personas que viven con fidelidad esta aventura de fe. Una obediencia a Dios sin el amor a Él, que se alimenta en la oración, se convierte en algo humanamente insoportable; una contemplación que no lleve a la humildad de la obediencia a Dios acaba siendo algo inauténtico.

Este programa de vida únicamente se puede realizar mirando a Cristo: mirándole a Él es como se aprende a conocer la voluntad del Padre y a hacerla vida. Quien ha visto al Señor, ha visto al Padre. Y es que la espiritualidad cristiana no es una espiritualidad desencarnada: la humanidad de Cristo es el camino concreto que nos lleva a Dios. Es importante recordar esto en este momento en el que hay una inflación de espiritualidades que prescinden de Cristo como camino para el encuentro con Dios. Mirando a Cristo los monjes y las monjas aprenden y nos enseñan a tener una mirada limpia sobre nuestro mundo, es decir, a mirarlo con ojos de amor.

Agradezcamos al Señor las gracias que concede al mundo por la oración de los cristianos que siguen este camino. Su vida y su testimonio nos enseñan a descubrir que lo verdaderamente importante es conocer la voluntad de Dios y aprender a cumplirla.

✠ Enrique Benavent Vidal
Arzobispo de Valencia

Deja un comentario