El Espíritu y la vida del cristiano

Carta de Mons. D. Enrique Benavent Vidal
Arzobispo de Valencia

Domingo, 28 de mayo de 2023

La solemnidad de Pentecostés no es únicamente el día en que finaliza el tiempo pascual. Celebramos el acontecimiento en el que la Pascua llega a su plenitud. El Espíritu que el Padre envía sobre la Iglesia naciente, que penetra hasta lo más profundo del corazón de los creyentes y que llena toda la tierra, es el fruto de la Pascua. Cristo vivió, oró, murió y resucitó para alcanzarnos el don del Espíritu de modo que, perdonados nuestros pecados y hechos criaturas nuevas por su acción en nuestros corazones, amemos a Dios, vivamos como hijos suyos y alcancemos la meta a la que hemos sido llamados en nuestro bautismo: la santidad.

Su presencia y su acción en nosotros es tan discreta y silenciosa que fácilmente caemos en un “olvido del Espíritu”. Y, por otra parte, es absolutamente necesaria para la vida cristiana, que es la vida de la gracia. Si en cada uno de nosotros hay algo de santidad es porque el Él habita en nuestro interior; si en algún momento tenemos una experiencia verdadera de oración, es porque el Espíritu nos enseña cómo debemos orar y nos mueve a decir a Dios “Abbá”; si a lo largo de nuestra vida logramos vencer las apetencias egoístas que nos dominan, es porque no vivimos según las obras de la carne, sino según el Espíritu… Todo lo que hay en nosotros de bueno y santo es fruto de su acción en nosotros.

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Juntos anunciamos lo que vivimos

Carta de Mons. D. José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla

Domingo, 28 de mayo de 2023

En la solemnidad de Pentecostés celebramos también el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Este año tiene un lema muy sugerente y actual: «Juntos anunciamos lo que vivimos». Esta jornada es un momento privilegiado para profundizar en la conciencia de nuestra vocación a vivir y a dar testimonio de nuestra fe con obras y palabras y, por lo tanto, a vivir la vocación al apostolado.

Jesús prometió a los apóstoles que recibirían la fuerza del Espíritu Santo y serían sus testigos desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Una promesa que tuvo cumplimiento el día de Pentecostés. Después de recibir el Espíritu Santo, Pedro proclamó solemnemente que «Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías» (Hch 2,36). Es el primer testimonio que se da sobre Cristo crucificado y resucitado, el primer anuncio de Cristo vencedor de la muerte, del pecado, de todo mal. Es el inicio del Kerigma.

Tal como sucedió con Pedro y los once, el Espíritu Santo concede la fortaleza necesaria para superar los miedos exteriores e interiores y la certeza de estar en manos de Dios, Padre amoroso, que cuida a sus hijos en todo momento. El Espíritu enciende en los corazones el fuego de su amor e impulsa a compartir ese amor con los demás; guía hacia la verdad plena y capacita para anunciar el Evangelio por todo el mundo; llena de su fuerza y convierte a los fieles en testigos de Cristo resucitado.

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Escuchar su rumor

Carta de Mons. D. Joan Planellas Barnosell
Arzobispo de Tarragona y Primado

Domingo, 28 de mayo de 2023

Estimadas y estimados. Acabamos la cincuentena pascual, unos días de alegría, donde hemos tenido tiempo de contemplar las hazañas de Dios en la primera comunidad cristiana y en toda la humanidad. Y como culminación de la gran fiesta de Pascua, celebramos el regalo de Jesús resucitado que nos ofrece su Espíritu, a fin de que sigamos experimentando el consuelo de su presencia vivificante. La expresión del Espíritu Santo entre nosotros tendrá múltiples formas y acciones; justamente su característica es dar aliento allí donde quiere. Pero lo que está claro es que no dejará que le confundamos con señales prodigiosas y acciones milagrosas, que tanto entusiasman al ser humano, señales y prodigios que utilizan los falsos profetas para engañar a los elegidos, como nos advierten los evangelios (ver Mc 13 ,22).

Más bien, en lo sucesivo, en lo que llamamos tiempo de «durante el año», experimentaremos la presencia del Espíritu desde la simplicidad de nuestra vida cotidiana, desde la realidad sencilla de los acontecimientos más usuales, desde una humanidad normal, llamada, eso sí, a crecer hasta llegar a la talla de Cristo. Y es que el Espíritu, tal y como nos indica el iluminador pasaje del profeta Elías, se expresa habitualmente desde un tranquilo y pausado rumor (1Re 19,8-13). En este relato, Dios quiere comunicarse al profeta y, a fin de consolarle y animarle en su misión, le promete que pasará por su lado. La sabiduría y el discernimiento de Elías le hacen entender que el Señor no se encuentra en el viento huracanado ni en el terremoto ni en el fuego, signos recurrentes para expresar la grandeza divina. El hombre de Dios, en cambio, lo reconoce en el murmullo de una brisa suave, pequeño e insignificante, aparentemente contrario a nuestro imaginario de la omnipotencia divina.

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Dios se muestra con transparencia

Carta de Mons. D. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

Domingo, 28 de mayo de 2023

Es curioso constatar que muchas veces estamos preocupados en demostrar realidades que ya se muestran por sí mismas: La luz se muestra, no se demuestra. Es decir que para definir que la luz existe no la he de demostrar, basta con mostrarla. El mismo apóstol Santiago nos dirá: “Ya veis que el ser humano queda justificado por las obras y no por la fe solamente… Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (St 2, 24-26). La fe sin obras es estéril. La fe que justifica necesariamente florece en buenas obras. Basta que miremos las experiencias de muchas personas que convencen con su ejemplo más allá de sus argumentos. Hay pasajes en los que Jesucristo reprocha a los suyos diciéndoles que ya se ha mostrado y ellos buscan una demostración. “Felipe le dijo –Señor, muéstranos al Padre y nos basta. –Felipe, le contestó Jesús: ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿Cómo dices tú: ¡Muéstranos al Padre!? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?” (Jn 14, 8-11). El que se muestra no necesita argumentos para demostrarse.

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Pentecostés nos revela plenamente a la Trinidad

Carta de Mons. D. Celso Morga Iruzubieta
Arzobispo de Mérida-Badajoz

Domingo, 28 de mayo de 2023

Queridos fieles:

Leyendo estos días el Catecismo de la Iglesia Católica, en los puntos que se refieren al Espíritu Santo, como preparación para la solemnidad de Pentecostés, hallé, en el punto 687, una consideración que me pareció muy bella. Dice el Catecismo, citando el Evangelio de San Juan, que «el Espíritu de verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de Sí mismo” (Jn 16,13)». En efecto, el Espíritu Santo se oculta, “no habla de Sí mismo”. Es un ocultamiento tan discreto, que nos desvela cómo es Dios, en su intimidad. Nos desvela -podríamos decir- la humildad insondable de Dios. El Espíritu nos hace conocer lo íntimo de Dios (cf. 1 Co 2,11): Dios Amor; nos revela a Cristo, que es la manifestación del Amor de Dios, pero no se revela a Sí mismo. “No habla de Sí mismo”. ¡Es la humildad de Dios!

Esa “humildad”, ese “ocultamiento” lo revierte sobre las personas que se dejan invadir por su presencia. Lo revierte, sobre todo, en el mismo Jesús, que es «¡… humilde de corazón!» (Mt 11,29). Lo revierte en María, que confiesa con toda verdad que Dios «ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,48). Esa humildad verdadera que nos hace experimentar que nuestros méritos son dones de Dios nos lleva al amor a los hermanos; es condición para amar de verdad como Dios nos ama. Sin esa humildad de fondo no podemos amar. Sin esa humildad nos llenamos cada vez más de nosotros mismos. Nos hinchamos en nuestra soberbia y somos incapaces de amar y servir.

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El sí de María y el sí de la Iglesia

Carta del cardenal D. Carlos Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid

Domingo, 28 de mayo de 2023

Cuando en este mes de mayo la Iglesia se sitúa de una manera singular ante nuestra Madre la Virgen María para contemplar su sí, os invito a contemplar y a ver con más claridad y más fuerza que el sí que dio María a Dios es el sí de la Iglesia. Ese sí tuyo y mío que tenemos que dar a Dios con todas las consecuencias. Qué altura y profundidad alcanza, qué fuerza se manifiesta y tienen para todos los discípulos del Señor contemplar estas palabras de nuestra Madre: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra». Pues es a través de estas palabras donde se nos manifiesta cómo la Iglesia ha de responder a su misión. Y como lo ha de hacer con estas mismas palabras, han de ser estas las que la Iglesia viva y prolongue a través de los tiempos, pues a través de ellas se nos manifiesta un compromiso: la manera y el modo de vivir en esa disponibilidad permanente, a través de la cual Dios sigue visitando a la humanidad con su misericordia y su amor.

Nunca temamos abandonarnos en Dios, vivir en una confianza absoluta en Dios. Las palabras que el ángel le dice a María son claras: «No temas, María». Y es que es cierto: era para temer llevar el peso del mundo sobre uno mismo, ser la Madre de Dios. Pero María entendió enseguida que si ella llevaba a Dios, Dios la llevaba a ella. Esas palabras —«no temas»— son las que penetraron en lo más hondo de su corazón. Siempre me fijé en el silencio de María, en las palabras que tantas veces hemos escuchado: «María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (cfr. Lc 2, 19). Hay una representación de la Anunciación que me hace unas sugerencias singulares, ver al arcángel Gabriel sosteniendo un rollo, que es el símbolo de la Escritura, de la Palabra de Dios. Y María está dentro del rollo, está en el rollo, arrodillada, es decir, vive en la Palabra de Dios, impregnando de la Palabra todo su pensamiento, toda su voluntad, todas sus acciones. Ella habita en la Palabra.

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El Espíritu crea un pueblo con un corazón nuevo

Carta de Mons. D. Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete

Domingo, 28 de mayo de 2023

Con esta celebración concluye el tiempo de Pascua, estos cincuenta días que, desde la Resurrección de Jesús hasta Pentecostés, están marcados de una manera especial por la presencia del Espíritu Santo. Él es el Don pascual por excelencia. Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas. Las lecturas que la liturgia presenta este Domingo de Pentecostés nos presentan dos novedades: el Espíritu hace que seamos un pueblo nuevo y crea en los discípulos de Cristo un corazón nuevo.

En el día de Pentecostés el Espíritu bajó del cielo en forma de lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de los discípulos de Jesús. Según nos narra el Libro de los Hechos de los Apóstoles. El Espíritu Santo da a cada uno un don y a todos nos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal.

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Juntos anunciamos lo que vivimos

Carta de Mons. D. Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

Domingo, 28 de mayo de 2023

Queridos diocesanos:

Poco antes de ascender al Cielo, Jesús dice a sus Apóstoles: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hech 1,8). En la mañana de Pentecostés, se cumple esta promesa de Jesús. Estando juntos los discípulos en una sala, vieron aparecer unas lenguas como llamaradas de fuego, que se posaron sobre cada uno de los presentes. Y “se llenaron todos de Espíritu Santo» (Hech 2, 4). Fortalecidos por el Espíritu, los Apóstoles superan el miedo y salen a anunciar por las calles de Jerusalén a Jesucristo, muerto y resucitado, para la vida del mundo.

Comienza así el tiempo de la Iglesia y de su misión de testimoniar a Jesucristo y de anunciar el Evangelio a todas las gentes  Desde Pentecostés, nadie ni nada podrá frenar el ardor evangelizador de Pedro, del resto de los Apóstoles y de los discípulos. Lo que ellos han visto y oído, lo que han tocado y experimentado, lo anuncian a todos: Cristo Jesús es el Mesías y Salvador de la humanidad, ha muerto y ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga Vida eterna. Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres, contestan cuando se les prohíbe anunciar a Jesucristo.

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Pentecostés, Sínodo y Congreso Teológico

Carta de Mons. D. Jesús Pulido Arriero
Obispo de Coria-Cáceres

Domingo, 28 de mayo de 2023

Al terminar el curso pastoral, se acercan tres acontecimientos diocesanos, tres citas imprescindibles, a las que me gustaría invitar a todos encarecidamente.

27 de mayo – Vigilia de Pentecostés. El domingo 28 de mayo celebraremos Pentecostés, día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Tendremos una Vigilia diocesana el día 27 de mayo en la parroquia del Espíritu Santo (Cáceres). Contamos con todos los grupos, movimientos, cofradías, hermandades, asociaciones… y con todos los cristianos comprometidos de una u otra manera con su fe. ¡Todos somos bautizados!

El lema de este año es: “Juntos anunciamos lo que vivimos”. No solo hemos de dar testimonio con la vida, sino también con la palabra. Es importante el anuncio explícito de Jesús en nuestros días. Cada uno “de un modo propio y peculiar”, según su vocación, su carisma, sus cualidades, sus ocupaciones… estamos llamados a ser discípulos misioneros del evangelio en el corazón del mundo: en las parroquias, en los colegios, en las familias, en el trabajo, en el compromiso público o en la comunicación. Y esto solo lo podemos hacer “juntos”. Por eso necesitamos grupos, comunidades, parroquias, diócesis… que hablen, que anuncien el evangelio.

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Juntos anunciamos lo que vivimos

Carta de Mons. D. Jesús Fernández González
Obispo de Astorga

Domingo, 28 de mayo de 2023

El próximo día 28 de mayo, junto a la acogida del don del Espíritu Santo, la Iglesia celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, bajo el lema: «Juntos anunciamos lo que vivimos». Tres ideas principales se destacan en este apretado título: la comunión y la participación propias de una Iglesia sinodal, el valor del anuncio de cara a la evangelización, y la importancia de la experiencia de encuentro con Jesucristo.

Una Iglesia sinodal: comunión y participación. Enviado por el Padre para anunciar el Evangelio, Jesús no quiso actuar en solitario, sino que se rodeo de un grupo de personas a las que llamó amigas, con el fin de mostrarles su modo de pensar, de sentir, de decidir. De este modo, dio testimonio ante ellas del tesoro escondido por el que luchó y trabajó durante toda su vida: el Reino de Dios. Además, las encargó de continuar su misión, no de una en una, sino en comunión con todas las demás. De hecho, la expresión del envío de sus discípulos no fue: “vete”, sino “id”.

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